¿Cómo saber si es el amor de mi vida?
Aunque creamos que el amor es suficiente para que una relación dure, lo cierto es que este debe ir acompañado de generosidad, aceptación, respeto y seguridad.
Todos queremos encontrar al amor de nuestra vida, ese que nos haga vibrar, en el que no haya cabida para las dudas y donde sepamos que estamos con alguien que nos respeta y nos ama.
Sin embargo, a veces tenemos determinados pensamientos que empañan un poco esa visión del amor tan idealizada.
Estas después provocan que caigamos en farragosos errores y admitamos situaciones que, en realidad, no están dañando. Uno de estos errores es creer que el amor se basta y se sobra para que una relación dure, lo que no es cierto. Son necesarios más ingredientes para que una relación amorosa tenga verdadero éxito. El amor de mi vida es incondicional, es generoso.
Sí, el amor de mi vida tiene que ser incondicional, es decir, me respeta y jamás se atrevería a juzgarme. El amor de mi vida nunca me daña con sus palabras, pues las utiliza para motivarme, nunca para desalentarme.
No importan los malos momentos, esos que sacan lo peor de nosotros y que provocan que proyectemos todas nuestras frustraciones y resentimientos en la persona que más queremos.
El amor de mi vida estará a mi lado y me amará en todas mis facetas, con todos mis errores y equivocaciones.
Pero, sobre todo, lo más importante es que los dos aportamos lo mismo a la relación. En ella no hay uno que dé más y otro que dé menos, ¡no!
Porque soy consciente de que en el amor la generosidad es primordial y si una pata de la silla flaquea por cansancio, costumbre o acomodamiento, todo se irá al garete. El amor jamás es sinónimo de sacrificio. Tan generoso es el amor de mi vida que está siempre dispuesto a solucionar los conflictos que nos abordan. Porque sí, en toda relación hay diferencias, discusiones y problemas sobre los que habrá que hablar y negociar para así poder solucionarlo
La comunicación en la pareja es sumamente importante.
Cualquier cosa que nos guardemos, que no digamos en el momento en que debe ser dicha, puede salir más adelante con mucha más potencia y dispuesta a destruir todo lo que hemos construido. Lo más importante: si me hace sufrir no es amor.
He comprendido que el amor de mi vida jamás me haría sufrir, aunque a veces, por inercia y ceguera, lo he permitido y justificado clamando: “¡es que me ama tanto!”.
Sin embargo, quien te ama no te manipula a su antojo para hacerte sentir una persona sumisa, a quien utilizar para su propio beneficio como si no tuviese valor alguno.
Tampoco te miente, porque, como bien mencionamos, la comunicación es importante, y con ella están la sinceridad, la comprensión y el respeto. En nuestra relaciòn hace falta amor.
De esta manera, es un apoyo, alguien con quien la seguridad desborda. El miedo no existe, no hay dudas, no hay inseguridades. En el momento en el que estas aparezcan, puede que el amor de mi vida ya no esté.
Por todo esto, es importante abrir los ojos, no dejarnos llevar por expectativas irreales y ser conscientes de las actitudes egoístas que duelen más de lo que parece. El amor maduro se construye poco a poco.
A veces surgen crisis debido a la disminución de los encuentros sexuales, la falta de chispa en la relación y la frustración porque esta haya cambiado.
Esto es normal. El enamoramiento es una fase que nos hace sentir mariposas, vibrar y estar muy activos pero, una vez pasa, nos encontramos con una relación más relajada, más tranquila donde, sin duda, todo ha cambiado.
Es necesario tomarse esto como una evolución, no recriminar ni echar culpas porque en la relación ambas personas cambian. El amor se torna más maduro, pero no por ello es peor. Todo lo contrario.
Un amor maduro disfruta de cada etapa de su relación, se comunica y sabe disfrutar de la persona que tiene a su lado.
En ocasiones, queremos que todo vaya deprisa y eso puede hacer que nos estrellemos. Para construir un amor maduro es necesario ir despacio, con tranquilidad y disfrutando de cada momento. Así es el amor de mi vida.
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